A lo largo de las últimas semanas he estado publicando entradas que pretenden explicar de manera muy general la primera ley biológica descubierta por el Doctor R. Hamer acerca de la génesis de las enfermedades y cómo se relaciona con nuestro dolor y sufrimiento. Sin embargo estoy lejos aún de ofrecer un abordaje completo dada la profundidad de sus descubrimientos.
Lo que si creo posible es que tomemos conciencia de cómo en la cotidianidad esta información puede darnos pistas acerca de qué tipo de situaciones detonan en nosotros conflictos biológicos.
Personalmente y para mi práctica profesional, conocer esta información me ha sido de mucho valor ya que a través de las dolencias y enfermedades que padecen quienes me consultan puedo llegar mucho más rápidamente a las zonas más frágiles de su sí mismo, es decir, puedo detectar qué aspectos de su personalidad son los que necesita fortalecer para afrontar las situaciones de la vida de manera menos conflictiva. Y no me es extraño escuchar: has dado en el clavo, cómo sabes eso si casi no te he contado mi vida, o justo eso es lo que me pasa yo no lo habría podido expresar mejor.
Ahora bien, una creencia generalizada es que cuando una persona tiene recursos psicológicos no debería tender enfermedades o por lo menos no enfermedades graves. Sin embargo, en ocasiones experimentamos situaciones tan intensas e inesperadas para nosotros (aunque no sea así a ojos de los demás) que todo nuestro repertorio psicológico puede fallar y es ahí donde entra la biología a nuestro rescate, como expliqué en la entrada Superviviencia o salud emocional.
Sin embargo, una vez la biología ha dado una respuesta para la superviviencia, la persona puede hacer uso de todo su inventario de recursos psicológicos y emocionales para salir del conflicto y es ahí, paradógicamente como explica Hamer, cuando se presentan algunas de las más graves enfermedades ya que “la duración y la severidad de los síntomas de curación están determinadas por la intensidad y la duración de la fase de conflicto activo precedente. Las recaídas de conflicto que continuamente interrumpen la fase de curación, prolongan el proceso de curación” y a veces lo interrumpen de tal manera que causan un daño faltal al organismo.
Tener recursos psicológicos no evita el dolor
A veces escucho personas quejarse al verse afectadas por alguna situación vital: con todo lo que sé no debería sentirme así, y de que me sirve todo lo aprendido si me siento mal, y la mejor de todas, veo que no he evolucionado tanto como creía. Aquí volvemos al tema de la vulnerabilidad.
Tener recursos no nos hace invulnerables, todo lo contrario, tendríamos que ser más conscientes de nuestra vulnerabilidad y permitirnos sentir, vivir, experimentar. El dolor hace parte de la vida, el caos, la pérdida, y todo lo que aprendemos, todos los recursos acumulados necesariamente nos ayudan a sentir, soltar y sonreír incluso ante la adversidad. Los recursos psicológicos no son para luchar, no son armas, son mecanismos para la vida.
Incluso nosotros mismos en ocasiones no nos damos permiso para sentir miedo, dolor, incertidumbre porque con todo lo que sé como voy a estar así, y yo que ayudo a otros a estar bien no puedo mostrarme vulnerable, tengo que ser capaz solo/a y esa actitud aumenta el conflicto. También evitamos la vulnerabilidad en la absurda idea de no hacer sufrir a quien está a nuestro lado. Como si tuviésemos el poder del sufrimiento o la dicha del otro en nuestras manos, cuando realmente es cada uno quien decide qué hacer con eso que tiene alrededor, tomarlo como una fuente de dolor o simplemente reconocer que es un proceso de aprendizaje de quien está a su lado, tema del que hablamos en la entrada Aumentando mi empatía.
Dolor y sufrimiento. Claves que nos aportan los descubrimientos de Hamer
Es inevitable sentir dolor, pero el sufrimiento es opcional.
Ahora bien, en resumen el descubrimiento de la primera ley biológica por Hamer puede ayudarnos en nuestra cotidianidad si tenemos en cuenta que cuando no se presenta por lo menos uno de los 4 criterios que desencadenan la enfermedad tenemos mayores probabilidades de conservar nuestra salud.
¿Qué podemos hacer?
- Dejar de negar o luchar contra la evidencia de los hechos. No son lo que deseamos pero son los que son. Cuando dejamos de luchar con la evidencia y entramos en estado de aceptación desactivamos el primer criterio. Aceptar es rendirnos a la vida. Mis expectativas me hacen sufrir, mis apegos me causan dolor, mi necesidad de control me lastima. Aceptar es soltar para entregar a la vida lo que viene con todo su potencial. Y a partir de la aceptación es que puede llegar la transformación, responde esta pregunta ¿qué es lo mejor que puedo hacer con esto que se me presenta?
- Llena tu mente “agua limpia”, llénala de pensamientos, ideas, películas, libros, conversaciones limpias, nutritivas, bondadosas y sobre todo compasivas. Una vez tienes nuevos contenidos en la mente podrás cambiar de foco. Así que cambia el foco de atención, ocúpate de otros temas, puedes fijarte nuevas metas.
- Crea una red de apoyo. Elije a quien compartirle tus dramas. compartir nuestros dramas, los impactos emocionales que recibimos, es una medida de protección.
- Ábrete a la posibilidad de que la vida es cambio constante, esto te permite ampliar la perspectiva de tu situación.
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