¿Cuánto efecto sobre tu salud tienen los dramas que vives cotidianamente? ¿Alguna vez te has preguntado si tiene alguna relación el ver a una persona o estar en un lugar particular y empezar a sentirte mal? ¿Después de determinados encuentros o reuniones cambia tu apetito o pierdes el sueño? Descubre por qué.
De acuerdo a los descubrimientos del médico alemán Dr. Ryke Geerd Hamer, lo que te lleva al desarrollo de enfermedades son tus conflictos biológicos, que no son conflictos psicológicos ni emocionales, como lo leíste en la entrada Tus conflictos emocionales no afectan tu salud.
Existen, según este médico alemán, 5 criterios que favorecen la aparición de enfermedades tanto a nivel físico como mental, para leer sobre éstos puedes ir a la entrada Cuando tus conflictos te enferman.
El primero de éstos criterios has podido analizarlo en la entrada Tengo un problema grave, qué puedo hacer?
Mis dramas me enferman, segundo criterio necesario para desarrollar una enfermedad
Según Hamer éstos criterios se cumplen en el 100% de los casos en cualquier enfermedad similar en gravedad al cáncer. El segundo criterio de la Ley Férrea del cáncer tiene que ver con que una persona debe haber experimentado un suceso grave, de manera muy aguda y dramática: sentir un profundo temor, un profundo dolor, una gran pérdida. Vivir una experiencia ante la que se cree es incapaz de soportarla. Pero, ¿tiene algún propósito ese sufrimiento?
El shock o conflicto biológico activa al instante el sistema nervioso neurovegetativo: entra en simpaticotonía. Lo anterior se traduce en:
- aumento del ritmo cardíaco,
- vasoconstricción,
- manos y pies fríos,
- dificultad para dormir hasta no estar tranquilo de nuevo,
- se alterará el apetito,
- mantendrá pensamientos obsesivos relacionados con la situación,
- todo el tiempo tendrá la atención fija en el problema.
Los anteriores son algunos de los síntomas de estar en conflicto activo.
El temor puede estar en tu mente y es igual de peligroso
Toda esta reacción biológica es sensata en la naturaleza o cuando estás a punto de morir en una situación real de peligro ya que necesitarías estar alerta y preparado para contraatacar o escapar. Pero no es ni sensata ni necesaria en muchas de las situaciones de estrés cotidiano.
El problema es que tu inconsciente no reconoce la diferencia entre la realidad y la fantasía. Por ejemplo, es probable que alguna vez hayas imaginado que le podría suceder algo terrible a una persona amada y tu cuerpo empezó a reaccionar en coherencia:
- aumentó tu ritmo cardíaco,
- se alteró tu respiración,
- tienes una sensación de congoja y agobio,
- hasta que finalmente te das cuenta que no ha pasado nada y todo lo anterior desaparece.
Cuando el peligro no es percibido en otros sino para sí mismo funciona igual. Puedes tener un depredador real (sentirte en peligro) ante un animal que te amenaza o un coche fuera de control. Sin embargo el depredador también puede ser simbólico como puede ser un familiar o un compañero de trabajo que invade tu espacio personal o cuya mirada te incomoda. En ambos casos, tanto si el peligro es real o simbólico, reaccionas tal como si estuviéses a punto de ser devorado, sientes que tu integridad es amenazada. Es así como a pesar de nuestra “civilización” respondemos igual que una cebra ante un depredador en la sabana africana aunque en realidad sea un hermoso gatito.
Entonces ¿qué hacer? Puedes verlo en la entrada Dejar el drama y el sufrimiento en la que te doy algunas pautas a seguir.
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