Es probable que vengas escuchando que está muy bien meditar. Cuando te ven con estrés o agobio te habrán recomendado alguna actividad que te relaje y entre ellas la más recomendada es la meditación o la relajación de la mente.
¿Pero cómo se hace, cómo puedes relajar tu mente? La mente no para, es lo que las personas repiten una y otra vez. Probablemente hayas sentido frustración al querer calmar tu mente. Y mayor frustración aún cuando todos te hablan de meditar y te sientas y sólo consigues inquietarte más.
¿Crees que la meditación no es para ti? Si eres uno de los que ha querido meditar y no puede, te contaré un secreto. No existe un sólo método o manera de meditar. Sentarse en una silla o cojín, cerrar los ojos y poner la mente en blanco no es la fórmula esencial. Es más, poner la mente en blanco no es posible sin un entrenamiento de años y años y aún así lo que realmente se logra es aumentar el espacio entre un pensamiento y otro.
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Para qué aquietar la mente
El único propósito de la meditación es entrenar tu mente. Afianzar la capacidad que tienes para mantener tu mente en control. Enfocada sólo en aquello en lo que tú decides enfocarla. Si te das cuenta los días en que peor te sientes son esos días en los que tus pensamientos están en descontrol. Tienes pensamientos que te inquietan y te agobia la cascada de resentimientos, preocupaciones y miedos que te asaltan.
Entonces, si el propósito de la meditación y de las diversas prácticas de mindfulness es aquietar y centrar la mente, puedes hacerlo de distintas maneras y no sólo sentándote en un cojín en postura de flor de loto como los yoguis.
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Otras maneras de meditar
Hoy te propongo algunos métodos alternativos a la postura clásica para la meditación. De alguno de ellos he hablado ampliamente en otras entradas. Te invito a visitarlas así podrás complementar tu aprendizaje y tener más herramientas para aplicar estos aprendizajes.
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1. Observar
Simplemente toma unos minutos al día, varias veces al día y céntrate en observar tu mente. ¿Cuáles son los pensamientos más habituales? ¿Qué temas te invaden la mente? ¿Pareces disco rayado? No hagas nada, evita juzgar, sólo observa.
Si observar tus pensamientos es una tarea compleja, empieza por observar con plena atención tu alrededor. Simplemente describe mentalmente lo que ves, una cosa a la vez, una respiración por objeto, pasa lentamente los ojos de un objeto a otro mientras repites el nombre del objeto. Ni te imaginas lo relajado que deja este simple ejercicio a tu sistema nervioso. Visita Elimina tus pensamientos tóxicos
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2. Sigue la respiración.
Acompaña conscientemente tu respiración. Incluso puedes repetir mentalmente: inhalo, exhalo, mientras el aire entra y sale por la nariz. Existe un mantram que se usa con este propósito, repite SO al inhalar y HAM al exhalar. SO HAM es el mantram de la respiración.
El eterno fluir de tu respiración te enseña a dejar ir, a dar y recibir, es un movimiento permanente. Sólo al liberar totalmente los pulmones de CO2 puede entrar oxígeno. Sólo cuando sueltas lo viejo puede llegar lo nuevo. ¿Qué sucede cuando aguantas la respiración? ¿Qué te pasa si no sueltas el aire cargado de CO2? Empiezas a sentirte mal, te ahogas. Igual te sucede en la vida diaria cuando no sueltas lo viejo, los dolores, rencores, fracasos y te apegas a ellos. Empiezan a ahogarte y te sientes mal. Sin apego no hay sufrimiento. Acompañar conscientemente tu respiración te enseña a soltar y fluir. Visita ¿Cómo respirar bien?
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3. Al caminar
Toma consciencia de cada paso al caminar. Cada paso es un nuevo despertar a ese instante. Cada paso es un logro, es un futuro hecho realidad. Cada paso te recuerda la posibilidad de avanzar. Cuando camines por la calle, o por el monte, puedes darte el permiso de re-conectarte y recodar que estás en este preciso momento y lugar.
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4. Siente tu cuerpo
Durante el día, en distintos momentos, lleva tu conciencia de tu cuerpo. Bien si estás de pie, sentado, acostado, da igual. Siente cada parte de tu cuerpo en contacto con el suelo, el cojín, la alfombra, la tierra, la tela de tu ropa, la temperatura. ¿Cuántas veces no eres consciente de cómo te has hecho algún moretón o rasguño? Cuánto menos te cuidas y te quieres más desconectado estás de tu cuerpo. Visita Cuando tus conflictos te enferman
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5. Al comer
Cada bocado es una oportunidad de agradecer. Come más lentamente, disfruta del sabor, la textura, la temperatura, las sensaciones en el paladar. Comer despacio ayuda a la digestión, reduce el riesgo de obesidad. La señal de saciedad llega más más rápido al cerebro y en consecuencia comes menos cantidad. ¿Recuerdas cuando descubrías nuvos sabores? Decide estar presente en el acto que te permite mantener con vida tu cuerpo. Visita ¿Qué comer hoy? Comida emocional y las comidas que sientan mal
¿Has probado con alguna de éstas estrategias? Gracias por compartirnos tus propias experiencias.
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